Desde la época de Isaac Newton en 1687 se determinó que la fuerza de gravedad se debía a la presencia de materia, específicamente su masa. De hecho la existencia agujeros negros fue postulada no mucho después de la publicación de Newton “Philosophiae Naturalis Principia Mathematica” o Principios matemáticos de la naturaleza.
No fue sino hasta 1925 que Albert Einstein público su teoría general de la relatividad que realmente despegó la teoría de los agujeros negros. El primer verdadero estudio adentrándose a este fenómeno fue realizado por Karl Schwarzchild en 1916 que hizo una ecuación para calcular el radio de los agujeros negros: Rs = GM / c^2, donde:
Rs: es el radio de Schwarzchild.
G: la constante gravitacional de Newton.
M: es la masa del agujero negro.
C: es la velocidad de la luz.
Para que se pueda formar un agujero negro, materia debe colapsar bajo su propio campo gravitacional, evento que ocurre por ejemplo en la muerte de una estrella lo suficientemente grande. Si la materia en cuestión es lo suficientemente masiva como para que campo gravitacional sea tan fuerte que supere todas las demás fuerzas oponiéndose al colapso, la materia disminuirá de tamaño hasta que no tenga un tamaño mayor a un punto, este minúsculo punto es conocido como “singularidad”.