lunes, 4 de julio de 2016

Juno llega a Júpiter.


Hoy inicia una de las misiones más importantes de la historia espacial reciente, que buscará revelar datos del origen de nuestro sistema solar.

Hoy 4 de julio una sonda alcanzará la órbita del planeta Júpiter y permanecerá en ella veinte meses para obtener información sobre la atmósfera e interior de Júpiter a fin de concretar así una de las misiones más ambiciosas de la NASA.

La sonda, denominada Juno, del tamaño aproximado de una cancha de basquetbol, forma parte del programa espacial New Frontiers de la NASA y fue lanzada el 5 de agosto de 2011 en el Centro Espacial Kennedy, en Florida, con la misión de realizar un detallado estudio del planeta gigante.

Una de las principales caracterís­ticas del proyecto es que le apuesta totalmente a la energía solar para su funcionamiento. Hasta el momento tiene el récord de ser la nave que ha llegado más lejos sólo con el impulso de este tipo de energía, después de Rosetta, la sonda de la Agencia Espacial Europea.


El Sol alimenta sus tres paneles, elaborados con silicio y arseniuro de galio que logran captar eficazmente la energía a pesar de que la fuerza del astro es 35 veces menos potente que en la Tierra. Según Scott Bolton, el principal investigador del proyecto, el número de paneles seleccionados facilitó acomodar la sonda dentro del cohete que la llevó al espacio.

"Además con este diseño no importa lo rápido que esté girando, siempre estará viendo en la dirección adecuada". La nave se comunica con la Tierra mediante radiofrecuencias radiales con estaciones de apoyo en Estados Unidos, España y Australia.

Integrarse a la órbita de Júpiter, el objetivo principal de la misión, no es algo sen­cillo, pues el planeta está envuelto en un poderoso campo magnético y se encuentra rodeado de letales cinturones de radiación. La bóveda de titanio que protege los instru­mentos más sensibles de la sonda, minimiza el impacto de las extremas condiciones externas.

En octubre del 2013, la nave utilizó la gravedad de la Tierra para aumen­tar su velocidad y "catapultarse" hacía Júpiter; así el ritmo del viaje de Juno aumentó a un poco más de 7 kilómetros por segundo. Según Steve Levin, otro de los miembros del equipo, uno de los más grandes retos es lograr estabilizar la nave adecuadamente.



Actualmente los científicos que la controlan se preparan para encender su motor durante un poco más de media hora el próximo cuatro de julio. Con esta maniobra buscarán colocar la sonda en la órbita polar de Júpiter, que actualmente ejerce una poderosa fuerza de atracción sobre Juno.

La órbita de Juno se asemeja a un óvalo aplanado, es así que la nave se desplazará por debajo de su polo sur y lejos de Júpiter, para quedar fuera del alcance de la radiación.

Se piensa que el poderoso campo magnético del planeta de debe a la presión en las capas internas del planeta formadas por hidrógeno flui­do, mejor conocido como hidrógeno metálico, un material que actúa como un metal conductor de electricidad y que produce también las auroras más brillantes de nuestro sistema planetario. La combinación del hidrógeno metálico junto con la rápida rota­ción de Júpiter, un día tiene sólo 10 horas de duración, genera el potente campo magnético que rodea al pla­neta con partículas viajando casi a la velocidad de la luz.

Después de entrar en la órbita planetaria, la NASA planea que la misión permanezca casi dos años girando alrededor del planeta para cubrir varios objetivos. Uno de los más importantes se centra en determinar la cantidad de agua en la atmósfera de Júpiter.

Al conocer su composición, los científicos podrán estimar con mayor precisión la cantidad de líquido que estaba disponible en el sistema solar durante las primeras fases de creación del planeta. Otro de los objetivos es crear un mapa de los campos magnéticos y de gravedad que finalmente ayudarían a determinar la composición interior del planeta.

Un mapa que grafique estos campo también dará pistas sobre su composición, lo que según expertos, ayudara a entender cómo fue concebida la arquitectura de todo el Sistema Solar y cómo funciona en relación a la Tierra.

Al final de su misión, calculada para febrero del 2018, la sonda será enviada hacia la atmósfera de Júpiter, donde se incendiará. De esta forma los científicos quieren evitar que se estrelle contra alguna de las lunas de Júpiter y que consecuente­mente pudiera dañar a alguno de sus saté­lites o lo que en ellos pudiera habitar. Esta preocupación está bien justificada.
Júpiter tiene alrededor de 50 satélites, pero los cuatro más importantes son los detectados por Galileo hace cuatrocientos años. De este grupo, el satélite Europa es el que más ha llamado la atención de los investigadores en los últimos tiempos: se han encontrado pruebas de placas tectóni­cas sobre su superficie y presencia de agua debajo de su corteza; de hecho hace un par de años el Telescopio Hubble detectó fumarolas de vapor de agua.

Esto podría significar vida e incluso, según los menos escépticos, formas más complejas que podrían habitar el océano líquido que yace bajo la cubierta superficial del satélite. Estas hipótesis se han desarro­llado debido a las estimaciones de grandes cantidades de agua líquida y concentracio­nes de oxígeno, incluso mayores que la de los océanos terrestres.

Como dato extra; haciendo honor a la mitología grecorromana, esta misión fue nombrada Juno en honor a la esposa de Júpiter, considerado Dios de hombres y dioses. Siguiendo la tradición mitológica, se dice que Juno era capaz de mirar a través de las nubes y revelar la verdadera naturaleza de Júpiter, tal como lo planea la misión de la NASA.

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