jueves, 2 de septiembre de 2010

1379 palabras sobre ir al Súpermecado.

El ser ama de casa es muy complicado y más si lo eres de forma involuntaria, ya sea porque tú madre no está, vives solo o simplemente quieres experimentar las cosas que hace la dueña de la casa. Lavar, cocinar, barrer y tender la cama son tareas cotidianas que cualquiera puede lograr.

Pero lo que separa una buena ama de casa al resto de los mortales es sin lugar a dudas el ir al súper. Sí, una visita a ese lugar tan especial lleno de alimentos, bebidas y antojos que, los que no estamos acostumbrados a ir, siempre llevamos.

Junto con la eterna pelea de quien conduce mejor (los hombres o las mujeres), está la discusión de quien sabe hacer el súper. No me voy a meter en temas tan complicados como simples porque en ambas sabemos que la respuesta es: El sexo masculino tiene la mayor habilidad en los dos.

Pero bueno nuestro recorrido empieza desde el estacionamiento, tenemos que buscar un lugar cercano para no dar pasos de más, si 10 metros extras pueden causarnos un dolor y un agotamiento que con nada se nos puede quitar. “¡Uy! aquella señora va a salir”, su lugar está justo al lado de la entrada/salida del mercado. Haces miles de movimientos tratando de esquivar los peatones que te miran enojado por tu falta de cortesía. En eso te fijas que otro conductor se dio cuenta en lo mismo que tú y se apresura para quitarte TÚ espacio. Ese mal nacido, no tiene la autoridad moral para arrebatarte el lugar que con antelación te habías fijado. No me voy a dejar es tiempo de usar mi arma secreta: la direccional, así el no tendrá la oportunidad de entrar a ese cajón de 2x 4. Ya estás preparado para pelear el lugar como una batalla de las cruzadas, cuando la señora del auto estacionado nos hace una pequeña seña y continua con la frase: “No voy a salir, vine por mi bolsa”. Hiiiiiiiiiiiiiiiiija de su!!!

Bueno ya resuelves el pequeño problema de encontrar lugar y por tu desesperación te toca en los espacios finales del estacionamiento, recorres unos 20 metros y llega el momento del misterio más grande de todos los tiempos: El carrito del súper. Son un total de 50 visitas al año (1 por semana) y tenemos a nuestra disposición 8,532 carritos para elegir pero siempre elegimos el mismo: El que la rueda no le sirve. ¿Por qué Dios, los supermercados nos ponen dificultades extras a la hora de gastar nuestro dinero allí? Pelear con un carrito es imposible, esa pequeña rueda tiene más fuerza que John Cena. Intentas ir en línea recta hacia deportes y la fuerza de la rueda hace que acabes en las toallas femeninas. Lo más desesperante es tratar de dar vuelta hacia donde la rueda es la reina, se los aseguro es más sencillo y rápido dar una media vuelta en un callejón de un solo sentido con un tractocamión (como en Austin Powers) que controlar el carrito, porque en los super hay islas de productos que por más intentos de esquivarlas, la fuerza centrifuga del carrito empuja hacia donde están esos productos tan bien ordenados.

Es tiempo de escoger los producto, a eso fuiste a comprar bienes que hacen falta en casa, y normalmente se empieza por frutas y verduras (¿Por qué? No tengo idea). Existe una gran variedad pero la gente siempre se lleva lo mismo, papas, cebolla, tomate, etc. Ni el jengibre, ni productos extraños que están allí son bien vistos por los consumidores y casi creo que llevan más tiempo allí que los pescados congelados que tienen para vender. Cuando crees que acabaste te fijas en esos duraznos tan lindo que hay allí y vas a comprar tu antojo. Los más ricos siempre están, por mercadotecnia ¿creo?, en la parte de abajo. Agarras uno y resulta ser que es el que sostienen a todos los demás. La gente te ve como bicho extraño por el batidero que acabas de hacer y piensan en forma despectiva “este es nuevo”.

Sigues con tus compras, después de gran papelón no queda de otra, cuando llegas a los abarrotes. Como eres primerizo te vas por las ofertas y productos de regalo: en la compra de un arroz te llevas gratis una harina tariyaki sabor frambuesa, en la compra de un jugo te llevas un globo, si compras 3 cepillos de dientes el 4 es gratis y si compras 5 te regalamos un aceite para motor.

Durante el trayecto hay demostradoras y para desquitarnos del carrito, del estacionamiento y sobre todo porque vamos a gastar dinero en ese lugar, vamos y probamos lo más que se pueda. “¿Quieres probar el Queso babas? “ “¿No te interesaría un metro de tela de java? “Prueba el nuevo chorizo” “Ya usaste la nuevas tira de depilación no duelen”, pero sucumbes a los ojos de esa pobre mujer que lleva horas parada en ese lugar y no queda más que llevarte su producto.

Es hora de pagar, luchas con el carrito para llegar a las cajas con tus 14 productos que necesitas, 14 que te regalaron y nunca vas a usar, 15 que compraste gracias al trabajo de las promotoras y 29 antojos. Son 23 cajas de las cuales están abiertas 4 y una de ellas es caja rápida máximo 16 articulo, que por cierto nadie le hace caso a esa afirmación y siempre llevan mucho más. Escoges la que menos fila hay y ¡oh desgracia! la que debería ser más rápida siempre es la lenta, por eso es la fila más corta por tantos desertores, salen rápido las demás filas excepto la tuya así que decides trasladarte a otra y llega la ley de Murphy, en la caja 2 dónde estabas empieza a moverse con fluidez y la tuya se para. Ya no queda de otra, desesperarse ahora no es una opción, ya estas a 2 para que te cobren y mientras llega la parte que a todos nos gusta, ojear las revistas que creemos nacas pero siempre las vemos. “Cachan al Pirru en los masajes”, ”Willam Levy: Cuando le dije que se bajara por los chescos era porque tenía sed, ella me mal interpreto”, “Dice la nueva novia de Nelson Ned: Antes de conocerlo a él, yo era hombre” “La princesa de Suasutemburgo se caso con un millonario” y como olvidar las fotos candentes de: Wanda Seux, Larissa Riquelme y alguna estrella del momento.

Tanta lectura de la buena, hizo que se nos olvidara que estamos en la línea para pagar y ya es tiempo de poner nuestras cosas en la banda sin fin, ya apunto que te empiecen a cobrar se prende la lucecita amarilla que se usa para llamar al supervisor. ¿Qué paso? El cliente quiere que le cancele una compra. ¿Y el supervisor? Sacándole platica a la nueva empleada y se da cuenta que lo están buscando 17 minutos después del llamado.

Ya se arregla y piensas que llega el fin del calvario con una pequeña y simple pregunta “¿Tiene su tarjeta de puntos?”, pero error aún continúa. Ahora es tiempo de pensar cuanto debes de darle al cerillo 3 pesos es muy poco, y si le doy 5, no es mucho 5 pesos por poner mis cosas en bolsas, le doy 3, ¿y si la gente piensa que soy muy codo? Ya listo le doy 4 pesos.

Ya rumbo al carro te sientes agredido por los automovilistas que pasan sin precaución el estacionamiento (maldito karma) y te fijas que en el estacionamiento hay un animal nuevo digno para Animal Planet el “espontanius venis venis” , que asecha a su presa desde que salen del súper, siguiéndolos durante todo el trayecto hacia el auto de la víctima. Agazapados esperan el momento de para aparecer y ganarse 5 pesos de un trabajo que normalmente nunca hacen: cuidar los carros.

Ahora solo queda acomodar esas lindas compras que hiciste y que salieron por muy poco del presupuesto asignado, solo por 1,126 pesos, ¿Y dónde diablos va esto? Ahora que ya tengo un litro de aceite extra donde lo voy a acomodar. ¡Uy! ya tenía queso, bueno más vale que sobre a que falte.

¡Chin… a su! Se me olvidaron los jugos, tendré que volver a ir.

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